top of page

La web para viajeros 

Conociendo por primera vez la ciudad imperial

  • Carmen Salas
  • 3 dic 2017
  • 4 Min. de lectura

CRÓNICA:


Lo decidí y después de muchos intentos para comprar pasaje por falta de ánimos, dinero o tiempo, me atreví a viajar a Cusco durante 1 hora y 15 minutos. La hermosa capital imperial, que es una suerte de sueño hecho realidad y la vez resulta ser como un collage de fotos que se cruzaban entre mis ánimos y ansiedad. Es difícil sentirse provinciano y forastero en una ciudad de piedras color cobre, una metrópoli que encierra siglos de conquista (ya casi re-conquistada por el poder de los andes) en su Plaza de Armas conquistada por taxis marca Tico.



El pueblo cusqueño me da la bienvenida.

Bueno, ya había llegado. Para ello, estaba acompañada de mi novio, quien es mi compañero de viaje. Definitivamente planear un viaje a un lugar totalmente desconocido y sin ningún contacto ahí, fue deprimente, pero nadie nos quitaba esas ganas de conocer y experimentar.


Coordiné con el Sr. Hilario, quien es un guía A1. Un hombre amable, quién nos brindó precios súper cómodos y baratos. Nos recogió del aeropuerto, en una mini van y de bienvenida nos comimos 2 hojas de coca, que nos regalaban en la sala de recojo de maletas. Accedimos al paquete más barato pero con muchos lugares por conocer como: Machu Picchu, la montaña de 7 colores, Pisaq, Quenqo, Salineras de Maras, Ollantaytambo y fijo el city tour. Lo que nos esperaba, era realmente increible.


Nos hospedamos en un hotel súper barato y la vez céntrico. Acomodamos nuestras cosas y salimos a caminar por el corazón de la ciudad. Nunca había transitado por calles de ese tipo, todo empedrado, callejones largos, un cielo como pintado en un cuadro por un artista, era otra la atmósfera y el espíritu de aquella ciudad me invadía, la gente era diversa: estadounidenses, cusqueños, franceses, argentinos, italianos y casi todo el mundo congregado en un solo lugar.


Visitando Machu Picchu.


Ya eran las 12 del mediodía y si mi memoria no me engaña, estaba listo para conocer Machu Picchu, esa capital de los incas -según la historia-, que solo conocía por postales y revistas de turismo. Ahora nos subimos a un taxi que nos costó 5 soles soles y nos llevó hacia la estación del tren (siempre decía que algún día viajaría en tren, bueno, ya se me cumplió).


Habían dos tipos de servicios: uno súper VIP, muy cool que costaba 300 dólares la travesía (Cusco – Aguas Calientes – Cusco) y luego el servicio para el pueblo, 10 soles en la misma ruta descrita, cómodos asientos que parecían una roca y velocidad controlada. El tren era un híbrido, una mezcla de trasporte moderno con “la 10” que pasa por la Av. Brasil, ah y bueno también viajaban con nosotros uno que otro carnerito, gallinita y no sé que otro tipo de animales. El traslado duró 2 horas, pero en el viaje nos encontramos con una pareja de esposos alrededor de unos 50 años, que también se estaba dando un viaje por la ciudad imperial. Conversamos las 4 horas de la vida, amores, decepciones, problemas. La pasé genial durante esas 2 horas.


Llegamos a la parada final y con una leve lluvia, el pueblo de “Aguas Calientes” , un lugar muy entrañable que es de mucho comercio, un lugarcito que se las sabia todas, pues sus clientes en su mayoría eran turistas extranjeros que invertían en los restaurantes y abastos del lugar. Este pueblo queda exactamente debajo de Machu Picchu, digo debajo porque de ahí hay que abordar un mini bus para subir que cuesta 7 dólares ida y retorno Machu Picchu – “Aguas Calientes”.


El vehículo subía en curvas, había mucha neblina, poco a poco parecía que nos internábamos en el retroceso del tiempo, quedé un tanto asombrada por lo que estaba sucediendo, hasta que el conductor anunció que ya habíamos llegado, en ese momento desperté, preparé mi cámara, se lo dí a mi novio y me alisté a bajar. Aún no me lo creía.


Imperio de los Incas en el tiempo



Una larga cola de personas, una caseta de vigilancia y un inmenso fondo verde. Llegó mi turno, pagué 10 dólares para ingresar, así de caro está el Perú. Un caminito estrecho me llevó hacia el frente de un gran cerro, quizás un APU (Dios Inca) como dicen algunos, la sensación de estar en aquel escenario fue indescriptible, parecía que ahí no había tiempo, un emporio lleno de pequeños caminos, un laberinto en el que, según el guía, varios ya se habían perdido sin dejar el menor rastro, me asusté un poco. Nos explicó también la guerra que hasta en estos tiempos existe con Chile, las cosas que dejaron éstos ciudadanos cuando tenían gran parte de MachuPicchu a cargo. Caminé con mi novio, casi sin perdernos, miré con incredulidad y la sorpresa fue grande: aquel precipicio era infinito, esto parece de película gringa, pero créanme, es totalmente cierto, levanté la cabeza y estaba en el mismo lugar donde se produce la archi conocida foto de Machu Picchu.


El cielo lograba una intrínseca influencia sobre los que estábamos sobre aquellas rocas, el momento, o los momentos que viví fueron emocionalmente indefinibles y eso que yo no lo creía, ahora se que existe una fuerza superior en los andes, en la sangre que los incas derramaron sobre cada piedra de las que hoy admiramos. De regreso, luego de pasar por el InkaTerra (hotel cercano a Aguas Calientes), me quedé dormida para llegar rápido a la ciudad, en donde me esperaba en el embrujo de la noche cusqueña, hambrienta por hacerme vivir al ritmo de su convulsionada historia.


La historia es inmensa durante los 6 días que estuve en Cusco y conociendo gran parte de sus rincones. Es inevitable no emocionarme al redactar estas líneas. Conoce Cusco, conoce tu historia.

Comments


Entradas destacadas

bottom of page