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Lejos de la tierra que te vio nacer

  • Isabel Gabriela Quispe
  • 9 nov 2017
  • 3 Min. de lectura

Opinión:

Son más de 2 millones de peruanos que han registrado su salida y no han retornado, mi padre es uno de ellos.

Son ya 12 años que no veo a mi padre. Lo escucho por teléfono decirme cuanto extraña comer chocolate sublime o que averigüe quien viaja para que pueda mandarle las aceitunas que tanto le gusta. Viajó a España en Junio del 2005, y desde ese día solo lo he visto por webcam o videollamada. Mi padre no tenía nada que lo mantuviera estancado en Perú, aunque yo tenía 9 años y mi hermana ya era mayor de edad, éramos protegidas y criadas por nuestras tías,

y decidió ir en busca de mejorar, y así fue, durante estos

​​

años conoció lugares que nunca pensó que conocería retratados en sus fotos en Barcelona, en Roma, en Ámsterdam y en todo España, hasta incluso encontró el amor junto a una venezolana que también vive en Madrid, lejos de su patria. Pero mi padre, llora todas la navidades, llora cada vez que le decimos que lo extraños y que queremos verlo, mi padre llora de alegría con los triunfos de la selección de fútbol de su país, mi padre, doce años después en los que no ha vivido en el Perú, lo sigue amando.


Ahora le pregunto si sabía que significaba dejar atrás la tierra que lo vio nacer, lo escucho suspirar y decir “lo sabía, y me rompía el corazón, tener que dejarlas, dejar a mis amigos, mi barrio, y la comida… Hija, la comida es lo más rico del mundo”, nos reímos juntos, siempre hemos sido de las personas que le bajábamos a la cuota de seriedad con alguna frase graciosa, pero no se puede evitar sentir la nostalgia de parte de ambos.



Mi padre, Miguel Quispe, en una manifestación en La Puerta del Sol, Madrid, 2015.



Sería raro pensar que exista algún peruano en el extranjero que no extrañe nuestra gastronomía y toda la cultura que nos envuelve, incluso llegar hasta extrañar las cosas que pasaban inadvertido en la vida cotidiana cuando estaban aquí, como el gris cielo de lima o usar jergas que solo los peruanos podemos entender. Le pido a mi padre que me enumere lo que extraña mucho y me dice “extraño poder tener 5 soles en bolsillo y comer buenazo en una carretilla”, me comenta que en España también se come rico, pero nada como encontrar unos anticuchos, un ceviche de pota o un “siete colores”.


Me cambia de tema cuando se le empieza a quebrar la voz, me habla sobre cómo se junta con la comunidad peruana en España para ver los partidos de la selección, como poco a poco ha encontrado pequeños lugares que lo hacen sentir como en casa. ‘’¿Y lloras cuando escuchas el himno cuando juega Perú?” le pregunto cuándo empieza a hablarme de sus amigos y de lo que hizo ayer, para intentar regresar al tema nostálgico, “pues claro que sí, coño, hija, no sabes lo que se siente”, ya se le han pegado esas palabras españolas que me causan risa cuando él las dice.


Mi padre no tiene planes de volver a Perú por más que extrañe todo, fue un desafío y un gran paso vivir en un lugar completamente desconocido y dice que regresar seria retroceder, “retroceder nunca, rendirse jamás, hija mía”, sonrió para mí y me quedo con el corazón arrugado al colgar la llamada, pues pienso que a mi también me gustaría vivir en otro país como él, pero no podría dejar mi Perú para siempre, como dijo el gran Arturo “El Zambo” Cavero, cuando yo muera, me uniré en la tierra, contigo, Perú.

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